Es casi el último día del año, y no dejo de acordarme de ti. Hablo contigo en pasado, porque ficticiamente estás ahí, en mi pasado. Quién pudiera tenerte en el presente. Cada día que pasa tengo más miedo de la salud de mis viejos, porque una parte de mí ya es consciente de que algún día se irán. Se me encoje el pecho. Mi vieja muñeca y mi zapatones. Ese olor a hierro que tenía tu almohada, y esas canciones de Macaco que te ayudaron con la separación... Siempre han presumido de mí: por haberlo aceptado de esa manera. De esa forma y un carajo. Nunca llegué a aceptarlo, a digerirlo, aun sabiendas que fue, es y será la mejor decisión para todos. Pero ¿y si hubiera ocurrido de forma distinta? Y si yo hubiera sido un poco mayor, y hubiera pasado un poco más de tiempo con vosotros. A veces me da miedo ponerme en el lugar de mis hermanas, que tienen tantos recuerdos. Hubierame encantado tener esa conexión, porque yo siempre he sido la buena y conformista niña pequeña a la sombra d
Me gusta verte volar, como un pájaro que no teme la caída. Y evitando hablar poéticamente: Me gusta verte liarla. Bailar, gritar, y escuchar esa voz ronca de borracho que tienes cuando has bebido. Disfruto de tu fiesta, aunque yo no tenga la misma suerte y esté en casa con dolores menstruales y chocolate. Cuando me dices cualquiera de tus motes ñoños lo gozo como "una enana" (o así lo dice mi madre). Siempre pensé que no estaba haciendo las cosas de la forma correcta contigo, pero lo nuestro es muchísimo más correcto que lo cotidiano, porque siempre pasa sin querer. Me has enseñado a amarme, poquito a poco: como se aprenden las cosas que nunca se olvidan. Despacio. Y sólo así he podido amarte de verdad, y entrar en un frenesí de alegría que ni corta ni pega, pero me fascina. Espero nunca olvidar esta sensación.